Entre balones te veas

Por Laura Aguilar Ramírez


Cuentan quienes así atestiguan que hubo un día una pequeña disputa en cierto lugar lejano de aquí, de allá y de más allá.

Era un lugar que muchos no conocen, que otros quisieran conocer y del que otros quisieran ni haber oido.
Y no porque fuera un lugar horrible... pero tampoco era bello.
Aunque para ser sinceros, no daba miedo.
Aunque para ser aún más sinceros, tampoco era muy atrayente.

Pero ¿entonces-podrías y deberías preguntarte- cómo es que hay personas ahí?
¿Porqué se pelean por un sitio así?

Esa es una buena pregunta, que trataremos de entender.

Al principio el lugar era bello, se disfrutaba, se gozaba en él. Se jugaba como amigos, más bien como parientes. Pero algunos queriendo que sus amigos también gozaran como ellos, los empezaron a invitar. Y como un invitado invita a otro invitado según las costumbres de algunos lugares, pronto el lugar estuvo lleno.

Qué bien!!-podrías pensar- Y tal vez pudieras tener razón.

El problema es que había un sólo balón: el de uno de los primeros amigos a quien no le agradó ver llegar a tantos. Al principio para ser sinceros, le gustó:
Wooow- decían los recien llegados- qué bien domina el balón!
Wooow- decían otros- cómo brinca tan alto!

Y el dueño del balón se sentía soñado. Un buen día un chiquitín le dijo: "me enseñas, si? anda...enséñame, siiiii?".
"No... porque es para mayores"- le contestó.

El chiquitín esperaba crecer para ser tan bueno con el balón como él.
Cada tanto, preguntaba: "Ya estoy mayor para aprender?"
"No...aún no"

Pasó un tiempo... no sabemos cuánto, porque en ése lugar el tiempo parecía detenido.

El chiquitín se veía en el espejo... el mismo espejo de toda su vida. Llegó el momento que tenía que agacharse para poder verse en él. Se dijo feliz: "seguro que ahora sí podré aprender... ya soy mayor...aún mayor que el dueño del balón"

"Ahora si ya soy mayor... me puedes enseñar, por favor?

El otro mirando hacia arriba, le dijo: "No... porque sólo hay un balón... y es mío"

El muchacho se fué a meditar qué podía hacer. Se le ocurrió la brillante idea de llevar otro balón...Cómo no se le había ocurrido antes!!! Tan sencillo!!
Compró un balón y feliz fué a que le enseñaran.

"No...! -fué la respuesta.
"No? ¿Y ahora porqué? Ya soy mayor, aquí hay otro balón...me enseñas y yo juego con el mío.
"No. Porque si juegas con tu balón, otros querrán comprar el suyo y no se puede jugar con muchos balones"

El muchacho tristemente se puso a meditar lo que podía hacer.
Ya sé. Puedo jugar a una hora y él a otra.

"No.."-fué de nuevo la respuesta.
"No?... y ahora porqué? -
"Porque tengo que estar presente, porque yo abro y cierro. Y tengo un horario que cumplir."

Finalmente el muchacho llegó a la conclusión: "No ha de querer más bien"
Y era cierto. El dueño del balón le agradaba tanto oir "Woooow" que no deseaba que nadie aprendiera.
Pronto fueron alejándose sus amigos, parientes. Sólo el muchacho seguía a su lado, esperando que alguna vez se decidiera a enseñarle.

Finalmente, también él se alejó suspirando.
Un ángel que pasaba por ahí, al mirar su tristeza le dijo: "no te preocupes... compra varios balones, regálale a tus amigos uno y ponte a jugar porque finalmente el lugar no es del dueño del balón, sino mío"

El muchacho hizo lo que el ángel le dijo, fué, compró los balones, se los regaló a sus amigos y se puso a jugar. Era tanto el tiempo que permaneció al lado del dueño del balón, que había aprendido sin darse cuenta.
"Wooow" -dijeron sus amigos al verlo jugar y saltar. Ni él mismo sabía que lo podía hacer.

Estaba encantado. Sus amigos le dijeron: "nos enseñas?".
Claro!!! - contestó- les voy a enseñar, cada uno toma su balón, practica con él. Y a una hora, nos vemos aquí y jugamos con un sólo balón porque no se puede jugar con muchos balones.

Por supuesto no era en el lugar aquél... era en otro lugar, tal vez no tan bello, pero ciertamente más agradable porque estaba creado en la armonia de la verdadera amistad.

El dueño del balón se entero, fué presuroso a ver lo que sucedía. Y no le gustó por supuesto. Escondido, lanzaba su balón de vez en cuando sin que lo vieran, logrando con ello que los jugadores se equivocaran, cambiaran de lugar, etc.

Pronto, empezaron a discutir, terminaron aventándose balonazos unos a otros.
El muchacho esta desconcertado, ¿cómo podía haber sucedido éso?

Escuchó un murmullo acallado, casi imperceptible... Siguiendo el sonido, encontró al dueño del balón, sofocando con las manos las carcajadas.
Entonces dió de gritos para ser escuchado entre las disputas. "Acá, acá, acá está el culpable". Como no lo escuchaban, se subió a un banco gritando, mientras sostenía del cuello al dueño del balón.

Esta vez sí lo escucharon. Terminó por confesar lo que había hecho. Y le llovieron balonazos en la cabeza.