Brillos en el camino a Belén


Por qué el agua en invierno se transforma en hielo

Un buen día, en su camino a Belén, María y José llegaron a un río que estaba ni muy ancho ni muy profundo; pero el agua en esta época del año estaba terriblemente fría.

El burrito, al meter cuidadosamente su patita al agua, de inmediato la sacó por el dolor que le causó el frío, y no había manera de hacer que lo atravesara.

En ninguna parte se encontraba un puente o un barquito.
¿Qué se podía hacer?

José ya estaba remangando su abrigo y preparándose para cargar a María en sus hombros, para vadear el río; pero María no quería aceptar porque le preocupaba que el frío le pudiese hacer daño.

Por eso se acercó a la orilla y con suave voz comenzó a cantar:

Onda, onda debes parar,
onda, onda déjanos pasar;
nuestro camino debemos continuar,
con un puentecito nos puedes ayudar.


El río respondió con un tierno repique de campanas y de repente, paró su corriente y formó un puente, transparente como el cristal, pero tan firme que no sólo María, sino también José y el burrito consiguieron atravesarlo.

Desde este día, el agua en invierno se congela y se transforma en hielo.

Cuando María lleva a su niño por el mundo, nada debe impedir su camino, para que pueda viajar a todas partes con seguridad.


 EL MILAGRO DE LA FUENTE
En aquella época en que María y José, y también el pequeño asno caminaban en dirección a Belén, no existía el agua corriente. Las mujeres tomaban su cántaro e iban a sacar agua de la fuente. Allí se encontraban también para charlar, era éste un lugar de encuentro, el sitio donde intercambiaban las últimas novedades.

Esa tarde, Ruth tomó su cántaro para ir a la fuente y desde que salió de su casa iba deslumbrada por la luz intensa de una estrella de tal resplandor que las otras estrellas y la luna incluso se veían completamente pálidas. Ruth maravillada, se quedó quieta en el lugar, no podía despegar sus ojos de esta estrella resplandeciente. Se olvidó de la hora y de lo que tenía que hacer.

¿Qué mensaje anunciaba este astro luminoso?
El viento la sacó de su sueño. Tomó su cántaro y se dirigió rápidamente hacia la fuente. Allá no había nadie, todos habían vuelto a sus casas. Ruth colgó ágilmente su cántaro a la cadena y se detuvo: la estrella se reflejaba en el fondo del pozo. El agua brillaba allá dentro como el oro. La joven maravillada murmuró:
¡Que luminoso resplandor, si por lo menos la abuela lo pudiese ver!”

Pero la abuela estaba sentada en casa, en su sillón. Sus piernas debilitadas por la edad, casi no la podían sostener. Ruth dejó deslizar lentamente su cántaro en el pozo para no enturbiar el agua y cuando lo volvió a subir, la joven se maravilló otra vez, pues el agua del cántaro brillaba tanto como el oro. Entonces mojó la punta de su dedo y la probó, tenía el mismo gusto que de costumbre. Ruth levantó su cántaro y volvió rápidamente a casa.
En cuanto abrió la puerta gritó: “¡Abuela, mira lo que te traigo!

Y le hizo contemplar el agua que relucía como oro puro.
“¡Mira! Ha guardado el destello de la estrella para que tú la puedas ver”.

La anciana miró el agua pensativamente y dijo:
“¿Cuál será esta luz que comienza a brillar sobre el mundo y que al agua pura le gusta conservar su destello?

Después volviéndose hacia Ruth añadió:
“he aquí que yo veo incluso el reflejo en tus ojos. Guárdalo como lo más precioso”.
La noticia del agua de oro se extendió rápidamente y todos venían al pozo a sacar agua y conservar un poco de ella. 
Sacaban cantidades pero el agua de oro no se agotaba. Guardó su resplandor hasta… ¿hasta cuándo justamente? 

Hasta el día en que el niño Jesús nació en belén.
Desde entonces Él empezó a iluminar el mundo con su luz.


En las semanas antes de la Navidad, muchas familias acostumbran adornar un "rincón festivo", en el que poco a poco nace aquél paisaje en que María y San José con el burrito están en camino a Belén.
En la primera semana de Adviento sólo se extienden en un tela de color café, piedras naturales, y las más bonitas de ellas forman el sendero para la Madre de Dios.
En la segunda semana se añaden las plantas (musgo y piñitas o algunas macetas con palmitas)
En la tercera semana los animales, en primer término los borregos pastando
Y finalmente en la cuarta semana, los hombres (es decir, los pastores cuidando a sus rebaños).

Mientras tanto el paisaje crece, se pueden contar las pequeñas narraciones, que por sí mismas en el curso de las cuatro semanas, progresan desde los elementos hacia los reinos de las plantas, de los animales y finalmente al hombre.

La idea de estos cuentos es leerlos entre la familia. También es recomendable usarlos en las escuelas como Calendario de Advierto, que de un cuento al otro, en diario aumento va guiando hacia la Navidad. Para los niños más pequeños se sugiere escoger alguno entre los siete cuentos de la respectiva semana, y repetir éste durante una semana a la hora de la celebración. También los niños pueden representarlo, formando un teatrillo dentro del paisaje.

Al nacer estos pequeños cuentos, surgió en mí la alegría en espera de la Navidad. Sin embargo, no sólo ha despertado ganas de contar fábulas, sino también el deseo de llevar a los niños hacia un hecho que es esperado por todo el mundo. Espero que así cada día más, despierte en ellos el sentido de que la luz de la Navidad esté aumentando, hasta que en la Noche Buena brille en todo su esplendor.

Georg Dreissig