El sentido de la Navidad


Por Laura Aguilar Ramírez

Cada año en la casa de Armandito, se celebraba la Navidad con una gran fiesta.
Armandito esperaba ése día en el que se reunía con sus abuelitos, tíos, primos- Mamá y papá le compraban ropa y zapatos nuevos. Se preparaba una gran cena. Su abuelita sacaba su mejor vajilla y adornaba su mesa con su mejor mantel.

Un gran árbol de navidad adornaba la sala alegremente con sus esferas de colores y sus brillantes luces.

A las doce, su abuelito pedía silencio y todos esperaban ansiosos sus palabras:
"Agradezco que hayan venido y que estén reunidos. Deseo que pasen una Feliz Navidad y que sus deseos se cumplan"

Era bello.
Después, la cena, la llegada de amigos de la familia, jugar con los primos, los adultos bailando.

Pero con el paso de los años, la fiesta casi siempre terminaba en personas acostadas en los sillones y en las camas, borrachas, con la casa llena de trastes y pedazos de piñata en el suelo.
Eso ya no era bonito.

A medida que crecía, pensaba: "Eso es todo? Eso es la navidad?"

Supo después que en otros países, en la mañana Santa Claus había dejado juguetes en la chimenea.
"A nosotros no nos trae, seguramente porque no tenemos chimenea"-pensó- Nosotros ponemos nuestros zapatos debajo del árbol y el 6 de Enero los Reyes magos nos dejan juguetes"

El 6 de Enero era un día que le gustaba más. Jugar con sus amigos con sus juguetes nuevos, compartiendo todos. "Qué te trajeron los Reyes?" era la pregunta. Las caritas felices de sus amigos, de sus padres ante el gran regalo que se les daba, dejaba momentos inolvidables en su corazón.

Un día, escuchó que Cristo era el motivo de la celebración de Navidad. Que había nacido en un pesebre rodeado de sus padres y cobijado por el calor de un asno y un buey. Había nacido humilde y pobremente.
Porqué él no se había enterado?-se preguntó-Ni siquiera sabía quién era ése tal Cristo.--

Decidió entonces investigar. Y descubrió que en un olvidado pueblo llamado Belén había nacido en un humilde pesebre el Rey. Rey porque era hijo de Dios y había nacido para reinar en el corazón de los hombres a los cuales su Padre amaba.

El dijo que su Padre era también nuestro Padre porque El creó el mundo, el universo, los animales, plantas... todo lo que existe.
-Mi padre?-se dijo Armandito-

-Mi padre es Dios?-le preguntó a su mamá.
-Si, tu padre es Dios. Y también es mi Padre y es padre de tu papá y de todos.

Entonces, mamá porque nunca celebramos en Navidad su nacimiento?


La madre quedó muy pensativa. Ella no se había puesto nunca a pensar en ésas cosas. Ella se preocupaba de los bellos vestidos que estrenarían en Navidad, de qué guisos preparar y de cómo decorar la casa con luces y adornos.

Recordó entonces los humildes adornos que su madre ponía, pero en la celebración nunca faltaba el Nacimiento con la figura de José, María, el asno, el buey esperando al Niño Dios. 

El 24 de Diciembre se arrullaba al Niño Jesús y se lo depositaba en el pesebre con mucho amor. Y después se lo vestía y se lo colocaba en el altar de la casa, donde permanecía todo el año. 

 Se entristeció porque se dió cuenta en lo que había convertido la Navidad: en una fiesta en la que en lugar de reinar el niño Jesús, reinaba el alcohol y el desenfreno. 

Al día siguiente, en lugar de pasarlo en paz disfrutando de la paz que El trae al mundo, la pasaba levantando borrachos, viendo a los que unas horas antes llegaban muy arreglados y se despertaban crudos, despeinados, sucios y apestosos.

Ese año, Armandito vió por primera vez llegar a su casa al Niño Jesús. Su madre adornó como siempre la casa, pero ésta vez, bajo el árbol colocó un nacimiento con José, la Virgen, los animales, un ángel esperando al niño Dios.

Colocó también un calendario muy especial.
Tenía bolsitas 1 por cada día que faltaban para la llegada del niño Dios.
En cada bolsita, él iba sacando un papelito con una buena acción que realizar, que mamá había preparado con todo su amor, explicándole que al niño Jesús lo hace feliz el verlo hacer buenas obras.

Armandito sacó el primer papelito el primer día. Decía: "hoy ayudaré a quien lo necesite".
-Huy- se dijo Armandito- éso es fácil. Ayudaré a mi mamá a limpiar mi cuarto. Ella necesita siempre que la ayuden porque todo el día está corriendo de un lado para el otro.

Así lo hizo, sin decirle a su mamá ni a nadie, cuál era su buena acción.
Al final del día, su mamá le dijo que volviera a colocar el papelito en la bolsita. Y Armandito se sorprendió al encontrar un dulce. Qué bella recompensa por su buena acción.

Así hizo con cada día. Esperaba con ansía saber cuál sería la buena acción de cada día. Unas fueron sencillas, otras no tanto. Por ejemplo, él no sabía rezar. Y su madre le enseño el Padrenuestro diciéndole que lo orara todas las noches pidiéndole a Dios por los que amaba y agradeciéndole por todo lo que tenía.

El día 24 de Diciembre, en lugar del discurso de su abuelo, su madre sacó un Niño Dios al que se arrulló con oraciones y cantos, para colocarlo después en su lecho hecho de paja. Fué hermoso para Armandito que descubría por fin el sentido de la Navidad.

Sintió en su corazón el amor del Niño Jesús, el amor que había ido creciendo a lo largo de ése tiempo en que había realizado sus buenas acciones cada día.
 Escuchó que el Niño Dios le susurraba: "Gracias por todas tus buenas acciones. Ellas han hecho que yo nazca en tu corazón"

Con cariño, tomó la imágen, la besó y la cubrió con una mantita para que no tuviera frío.
Jesucito sonrió.