El último domingo antes de Navidad, es un gran Ángel, con capa de un violeta muy sutil y cálido, el que aparece en el cielo y pasa por encima de toda la Tierra, llevando en sus manos una gran lira. Toca con esta lira una música muy dulce, acompañando su canto, que es muy armonioso y claro.
Pero para escucharlo hay que tener un corazón silencioso y atento.
Su música es el gran canto de la Paz, el canto del Niño Jesús y del Reino de Dios que viene sobre la tierra. Muchos Angelitos le acompañan y ellos cantan y se regocijan en el cielo.
Entonces todas las semillas que duermen en la tierra se despiertan y la misma tierra escucha y se estremece: el canto de los Ángeles le dice que Dios no la olvida y que un día ella volverá al Paraíso.
“Los ratones navideños”
En Belén existía un establo viejo y apolillado, en el cual vivía “Remus”, el buey. El suelo
estaba regado de pasto y paja. En un rincón se encontraba un pesebre, en el cual Remus solía
comer.Justamente en este corral iba a nacer el niño Jesús. Cuando el Ángel Gabriel echó una mirada a este sitio, se asustó bastante:
-“Dentro de tanto desorden y pobreza, Jesús no puede venir al mundo. Remus, a ver qué haces para embellecer y arreglar este lugar.”
Pero Remus se quedó mirando al Ángel con sus grandes y redondos ojos, y apaciblemente siguió comiendo. Para Remus este corral estaba como siempre y según él podía quedarse así.
¡Con qué ganas el mismo Arcángel Gabriel habría echado una mano para poner todo en orden!
Sin embargo, con sus manos formadas de luz, no era posible. ¿Quién podría ayudarlo?
En este momento escuchó un chirrido entre la paja, y cuando se volvió para ver qué era, descubrió un pequeño ratón que lo miraba desde su agujero en el rincón. El ratoncito había visto al arcángel y ahora llamaba a sus hijitos para que también miraran la aparición celestial.
Entonces Gabriel se dirigió a los ratoncitos y les pidió:
-“¿Me quieren ayudar a arreglar este establo, para que todo esté limpio y bonito cuando nazca Jesús en Navidad?”
En este momento escuchó un chirrido entre la paja, y cuando se volvió para ver qué era, descubrió un pequeño ratón que lo miraba desde su agujero en el rincón. El ratoncito había visto al arcángel y ahora llamaba a sus hijitos para que también miraran la aparición celestial.
Entonces Gabriel se dirigió a los ratoncitos y les pidió:
-“¿Me quieren ayudar a arreglar este establo, para que todo esté limpio y bonito cuando nazca Jesús en Navidad?”
Los ratones no esperaron una segunda llamada: rápidamente
salieron de su agujero, cada uno agarró un pedacito de paja con el cual desapareció, para
volver inmediatamente a por el siguiente, uno tras otro, y en poco tiempo todo se veía limpio y
ordenado. Y hasta al mismo buey Remus le gustó.
El Arcángel Gabriel felicitó a los ratoncitos diciéndoles:
-“Por haber ayudado tan diligentemente tendréis el nombre de “Ratoncitos de navidad”, y cuando nazca Jesús, serán los primeros que lo podréis ver.”
El Arcángel Gabriel felicitó a los ratoncitos diciéndoles:
-“Por haber ayudado tan diligentemente tendréis el nombre de “Ratoncitos de navidad”, y cuando nazca Jesús, serán los primeros que lo podréis ver.”
Desde entonces los ratoncitos esperan ansiosamente la Navidad.