De guajolotes y pavoreales





Sucede que en un país lejano, habita una familia de aves de corral. La guajolota camina como hacen todas las guajolotas, con sus pipiolos para todas partes, buscando para ellos granos que puedan comer y cuidando que los coman.

Pues bien, un día la guajolota vió llegar un pavoreal. Era hermoso, con un bello plumaje iriscidente que desplegaba con orgullo. Y celosa de sus hijitos, los cubrió con sus alas para que no se acercaran al intruso, como ella lo veía. Pero el jóven pavoreal no cejaba en su intento de atraerse las miradas de la familia guajolote.

Una de las pipiolas vió al gallardo pavo y se enamoró de su altivez y presencia. Le gustaba ver cómo rascaba la tierra y le ofrecía una lombriz de vez en vez.

Poco a poco, empezó a esperar la lombriz que le era ofrecida. Empezó a disfrutar de la compañia de "Ledo" que así se llamaba nuestro pavito.

"Cela" que era el nombre de la guajolotita, terminó por ceder a los encantos de "Ledo" y decidieron unirse. Los padres guajolotes por supuesto, pusieron el grito en el cielo o mejor dicho, cloquearon fuertemente, discutían entre ellos si era conveniente ésa unión, pensaban que un pavoreal no es igual que un guajolote.

Pero tanto el pavito como la guajolotita insistieron en su unión. Y al ver que no era bienvenida su unión, decidieron fugarse.

Se fueron a refugiar con la familia pavoreal y empezaron a vivir como tales. Pero la guajolotita empezó pronto a extrañar el cloquear de su familia, empezó a extrañar el alboroto que hacían, empezó a extrañar los granos dorados que comían, en fin. La nostalgia pronto empezó a hacer en ella estragos.

Dificilmente podía hacerse cargo de sus deberes. Porque has de saber, amiguito que los guajolotes y los pavoreales no son diferentes más que en el plumaje. Y también tienen deberes que hacer.

Empezó a dejar de proveer de granos a sus propios pipiolos, empezó a dejar de mantener limpio el hogar que junto a su pavito había formado.

La familia pavoreal los visitaba seguido, pero una de las diferencias entre los pavoreales y los guajolotes es la extensión de sus plumas, por lo cual cuando las extienden necesitan estar distantes unos de otros para no dañarse las plumas. Por lo tanto, no los visitaban tan seguido, ni vivían con ellos.

Un día, la mamá guajolota y papá guajolote, llegaron de visita a casa de Ledo y Cela, se espantaron al verla tan sucia y tan descuidada. Mamá guajolota decidió que era tiempo de quedarse y ponerse al frente de dicho hogar como hacía cuando sus pipiolos eran pequeños.

Empezó a querer limpiar, a querer cocinar los granos como ella acostumbraba, quiso cambiar de sitio las pacas de heno en las que dormían. En fin, mamá guajolota empezó a ser un problema.

Cela no quería ofender a su mamá, trataba de atenderla. Ledo al principio estaba contento de ver a su amada guajolota sonreir de nuevo. Pero la actividad de mamá guajolota terminó por suscitar discusiones. Mamá guajolota cambiaba de lugar hasta el traste en que tomaban agua y cuando Ledo llegaba, no lo encontraba.

Los pipiolos de Cela y Ledo también resintieron la presencia de mamá guajolota. Sus juguetes pronto fueron llevados a vender, porque según su criterio, tenían muchos. Empezó a prohibirseles el que jugaran con otras especies: "no te juntes con los gallos, porque tienen corucos", "no es bueno que los guajolotes .... no debes....no debes... no hagas" empezó a escucharse en ése hogar.

Entre la buena educación de los pavoreales, el amor de Ledo a Cela y la prudencia que debe existir, se dejó crecer la situacion hasta que un día, terminó por hacer erupción el pequeño volcán de emociones que ahí se manejaban.

Tanto pavoreales como guajolotes tienen picos con los cuales se pueden llegar a lastimar bastante. Y pronto empezaron a darse de picotazos.

Pasó un gallo y al escuchar el escándalo, se acercó y se espantó al ver a mamá guajolota con un ojo ensangrentado, a papá guajolote renqueando de una pato. Mamá pavoreal no estaba mejor, por supuesto, una de sus alas estaba rota y sus hermosas plumas, arrancadas.

Para bien de ambas familias de aves, el gallito sugirió se separaran cada una por su lado.
Mamá pavoreal tomó sus enseres y se marchó enojada, pero al mismo tiempo aliviada.
Mamá guajolota que era más brava que la otra, a regañadientes, fué llevada por papá guajolote.

Y finalmente, la paz volvió al hogar de Ledo y Cela. Ambos quedaron entristecidos por la ausencia de sus familias, pero terminaron por darse cuenta de que habían crecido, que amaban a sus respectivas familias, pero que ya no podían vivir con ninguna.

Confiaron en que el enojo pasara pronto y el amor triunfara. Finalmente, mamá pavoreal amaba a su hijo y mamá guajolota amaba a su hija. Y el amor perdona, el amor encuentra pronto alivio.

Así, pronto se volvieron a unir ambas familias con las heridas ya curadas a festejar por fin, la unión del pavito y la guajolotita, prometiendo ambos visitarlos, estar al tanto de su vida aunque estén lejos.



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