Erase una vez en un lugar de cuyo nombre no quiero ni acordarme...
Asi empieza la historia del "Quijote de la mancha" así empieza también éste pequeño cuento.
En ése lugar de cuyo nombre no quiero ni acordarme, vivía una hermosa familia, que tenía un hermoso hogar, enclavado en una hermosa colonia que se llamaba... sí... adivinaste... Colonia hermosa.
Y no era gratuito el nombre. Realmente era hermosa: se veían a lo lejos cerros llenos de verdor, pequeñas casas blancas en las cuales jugaban niños en sus columpios. Sus padres parecían tan felices y amorosos.
Todo era hermoso.
Pero un día compraron a los pequeños una bicicleta.
Era hermosa, color rojo, brillante de tan nueva.
Pero.. era sólo una y ellos eran dos.
La pequeña deseaba trepar en ella... pero el mayor también.
Los padres habían dicho que era del hijo mayor por ser hombre y porque era mayor. Pero la pequeña no entendía de sexos ni de edades... ella deseaba también una bicicleta.
Los padres trataban de explicarle a la niña que cuando ella fuera mayor, también los Reyes magos le traerían una bicicleta como a su hermano.
Pero la niña no entendía razones. Sus papás siempre le daban lo que ella deseaba en cuanto lo pedía. Así que no estaba dispuesta a cejar en su empeño de ser la dueña de la bicicleta o de que sus padres le compraran una.
Cosas ambas que no era posible hacer.
Así que emberrinchada por lo que creía una injusticia, decidió que si la bicicleta no era de ella, tampoco sería de su hermano. Tomó las tijeras de su madre y ponchó las llantas.
Su madre se enojó mucho por lo que su hija hizo y decidió que era necesario sufriera un castigo. Al llegar su esposo le dijo lo que había sucedido y le pidió que recibiera un castigo. A lo cual el padre se negó. Era para él imposible castigar a su pequeñita tan linda, con su sonrisa tan ingenua.
La madre por supuesto no cejó en su empeño. Sabía que su hija debía ser controlada y sentía que su esposo no la apoyaba.
Así que decidió tomar cartas en el asunto.
Un día que sus hijos estaban en la escuela, regaló la bicicleta a la primer persona que encontró.
Cuando sus hijos llegaron y no vieron la bicicleta empezaron a llorar. Su madre dijo que seguramente la habían robado.
Desgraciadamente ése mismo día, habían ido de visita unos familiaraes. Y como era imposible que se metieran a su casa por la puerta sin que nadie se diera cuenta, además de que tenían un perro muy bravo, todos empezaron a sacar conclusiones y decidieron que habían sido los visitantes.
Al ver el giro que tomó el asunto, la madre se quedó callada y dejó que se culpara a un inocente.
Desgraciadamente los actos que hacemos, repercuten en los demás. Y ése acto de querer educar a sus hijos, tuvo consecuencias desastrosas en la vida del inocente culpado injustamente.
A partir de ése día, todos desconfiaron de él. Ya no era bien recibido y éso lo hirió profundamente.
Pero también tuvo consecuencias en la vida de sus hijos, porque su hija nunca recibió el castigo a sus malas acciones, su hija creció sintiéndose el despreciado de sus padres. Sentía que no valía la pena lo mucho que se esforzara: sus padres nunca le daría la razón por sobre su hija preferida.
Además aprendió que no siempre el que la hace, la paga. Así que un día, cansado de ser siempre el que paga el pato, tomó un reloj que no era suyo...y nadie lo descubrió, nadie lo castigó, nadie le dijo nada.
Otro día, tomó unos aretes y tampoco le dijeron nada, porque nadie descubrió que había sido él quien los tomó.
Pasaron los años y siguió tomando cosas que no eran suyas, con tan buena suerte que nadie se daba cuenta que era él quien las tomaba.
Hasta que un día, confiadamente como siempre, tomó un jarrón de una casa. No sabía que tenían cámara de vigilancia.
A los pocos días tocaron a la puerta de su casa. Era la policía que lo llevó preso.
En la cárcel encontró a ése otro "ladrón" que una vez robó su bicicleta según lo que todos habían dicho.
Se encontraban en el mismo lugar y por la misma causa: ambos habían sido acusados de robar, sólo que uno había sido injustamente acusado y él era culpable.
La madre llegó a visitar a su hijo cuando le permitieron hacerlo. Y se encontró también con ése al que por su cobardía habían encarcelado hacía tanto tiempo.
Bajó la mirada avergonzada, mientras el muchacho se alejaba tristemente. Su vida había sido destrozada por una mentira repetida mil veces.
El había aprendido que el perdón sana las heridas más profundas.. Ahora aprendía también que la vida pone a cada uno en su lugar.
Ese mismo día recibió su carta de liberación. Su madre lo esperaba a la salida de la cárcel con los brazos abiertos, mientras la otra madre cerraba los suyos contra su pecho vacío en un abrazo que su hijo no podía recibir... porque había sido ingresado al penal.