Por Laura Aguilar Ramírez
El mar... parece un espejo en el cual la luna se mira
El mar... cree poseer la luna, pero al mínimo movimiento, se escapa de él.
El mar... se acerca suavemente a la tierra
pero la tierra se diluye entre sus aguas tranquilas
El mar... escucha a las aves que zurcan sus aguas
y se levanta a querer alcanzarlas...
las aves huyen despavoridas.
Nuestro mar está enamorado... de la luna, de la tierra, de las aves... pero al querer tocarlas y poseerlas se alejan de él
Nuestro mar está enamorado... pero no es correspondido en su inmenso amor.
Entonces un hombre llega a la isla en la que vive el mar.
El hombre mira la luna y la admira.
El hombre mira la tierra y la admira.
El hombre mira las aves que zurcan los aires y los admira
Pero el hombre finalmente también desea poseer la luna, la tierra, las aves, las estrellas y el sol. Y se entristece al no poder hacerlo.
El hombre se sienta junto al mar. El hombre puede entonces entender lo que el mar le cuenta: su gran tristeza y soledad.
El hombre y el mar se hacen amigos. Cada tarde se juntan para ver la puesta del sol, admiran la belleza majestuosa del atardecer.
Ambos ven caer la oscuridad y sonríen cuando la luna se abre paso entre las tinieblas, alumbrando con débil luz la noche.
Miran las estrellas brillando en la noche, juegan a adivinar figuras en ellas:
"Parece un oso"- dice el mar señalando unas cuantas estrellas.
"Te equivocas"- parece un carrito de niño.. como uno que tenía y con el que jugaba con mi papá-contesta el hombre.
¿Un niño? pregunta extrañado el mar
-Si... un niño. Yo no siempre fué así, ¿sabes? Alguna vez fuí más pequeño que como ahora me ves. Jugaba y saltaba por todos lados mientras mi papá tallaba un árbol y mi mamá asaba unas nueces para cenar.
Un día, mi padre me entregó un regalo. Era un carrito. Lo había tallado en las horas en que se sentaba a mirar las estrellas. El me dijo entonces que ésas estrellas que tú ves con forma de oso lo inspiraron para hacerme ése regalo. Tal como era para él un regalo mirar el cielo tranquilamente, oír a su hijo jugar y reír alegremente; escuchar a su mujer trajinar con los platos.
Me invitó a sentarme junto a él y me invitó a encontrar figuras en el cielo. Figuras formadas por las estrellas. Encontramos muchas jajaja.
Me gustaba estar junto a mi padre. Me gustaba cuando me abrazaba contra su pecho y me sentía yo tan protegido por él.
Ahora soy un hombre y mi padre se ha ido. Tal vez esté en el carro que vemos, o tal vez esté trepando en el can. Algún día volveremos a estar juntos y jugaremos con las estrellas como tantas veces lo hicimos antes.
-Un padre?-preguntó el mar. Yo tengo un padre también?
- Seguramente que sí lo tendrás. De algún lugar viniste, supongo yo- respondió el hombre tan sólo por no dejar. Estaba demasiado absorto en su propia reflexión.
El mar entonces se propuso encontrar a su padre, encontrar el lugar de donde había venido. Tal vez éso es lo que necesitaba para poder ser feliz.
Entonces se revolvió sobre sí mismo, salpicando al hombre al hacerlo.
Se alejó cada vez más a pesar de los gritos del hombre de que regresara.
El hombre quedó sólo, mirando la playa sin olas, sin agua. Y empezó a extrañar a su amigo el mar.
Todos los días regresaba al mismo lugar esperando ver al mar de nuevo en su lugar.
Por fin, un día al llegar a la playa encontró a su amigo. Estaba contento y feliz. Salpicaba con sus aguas la cara del hombre en muestra de su felicidad.
-Lo encontré... lo encontré!"- gritaba eufórico
-Encontraste qué?- preguntó el hombre sorprendido.
-Encontré a mi padre!! Cuando me fuí de aquí de donde no me quería alejar, llegué al otro lado... y ahí estaba esperándome. Se llama río. Me contó cosas maravillosas de animales, de ciudades, de pueblos, de plantas.
Me contó que había nacido en lo alto de una montaña que se ve a lo lejos. Me contó que su madre es la lluvia que cada año cae sobre la montaña e hizo nido en ella. Con el paso del tiempo, al ir creciendo ya no cupo en el nido y empezó a caer de lo alto. Sintió mucho miedo. Su madre lo siguió por un tiempo, tratando de regresarlo a su hogar, pero pronto se quedó atrás. Poco a poco fué creciendo y aprendió a disfrutar de todo lo que veía: gente, flores, plantas, animales. Cada vez estaba más contento, conociendo tantas cosas interesantes, apasionantes.
Un día se encontró con una laguna. Era bella y tranquila. Se enamoró de ella y no deseaba alejarse de ahí. Pero la vida continúa y de su amor nacieron varios hijos llamados riachuelos. Juguetones y divertidos, deseosos de conocer todo lo que su papá les había contado.
Su madre y él entonces tomaron de la mano a sus hijos y los acompañaron en su andar. Caminaron juntos mucho tiempo. Sus hijos tuvieron hijos a su vez y pronto fueron un gran río que corría tumultuoso. Su camino terminó donde empieza el mío, según me dijo mi papá.
Te diré que yo soy sólo una corriente de éste inmenso lugar que llamas mar. Hay cosas maravillosas dentro del mar también. Las fuí descubriendo a medida que fuí a buscar a mi papá. Cada año, su madre lo busca afanosa en las aguas del mar, lo toma afanosamente entre sus manos y lo lleva de nuevo a su hogar. Mi padre es muy feliz con su vida. Y cada mes tenemos una cita en el mismo lugar.
Mi padre es mi amigo como tú también lo eres.
Y te diré un secreto: en el camino encontré también a una bella corriente marina de la que me enamoré y ya no quería moverme de ahí. Pero tuvimos corrientes pequeñas que nos jalaban para que las lleváramos a conocer las cosas maravillosas que les contaba de mi viaje.
Mi esposa me acompaña desde entonces y mis hijos juguetean por doquier.
El hombre se puso contento entonces. Cada mes cuando su amigo se aleja, sonríe pensando en lo contento que estará jugando con sus hijos y su esposa enseñándoles el ancho mar.
Sabe entonces que algún día él también se encontrará con su padre que lo espera en el mismo lugar. Y sabe que encontrará una hermosa mujer con la cual tendrá hijos que lo llamarán "papá" y tendrá que contarles las mismas historias que su papá le contaba.
Se aleja sonriendo, confiando que así sucederá.