Era hermoso.
Pero un día, un hombre llegó al valle. Ese hombre cortó un árbol para hacerse una casa.... y los pájaros dejaron de cantar.
Ese hombre cortó una flor para ponerla en su casa como adorno. Deseaba verla siempre para gozar de su belleza. Las mariposas dejaron de volar.
Ese hombre tapó el paso del río para retener el agua y poderla tener a su disposición cuando lo quisiera.
El río dejó de cantar.
Ese hombre tomó un tronco, frotó dos piedras y creó el fuego. El humo subió al aire y dejó de jugar.
El león dejó de estar contento al ya no tener a su amiga la liebre.
Pronto, la mujer y el hombre empezaron a discutir. La mujer no deseaba que el hombre matara para comer y el hombre deseaba gustar nuevos sabores.
La mujer no deseaba que el hombre retuviera el agua porque le gustaba oir cantar al río, pero el hombre insistía en que si no retenía el agua se iba a acabar.
La mujer no deseaba que el hombre ensuciara el aire con su humo, pero el hombre insistía que el fuego era necesario para alumbrar la oscuridad.
La mujer no deseaba que el hombre cortara las flores, le gustaba pasear en el jardín y en los prados y disfrutar de ellas; pero el hombre insistía en que en su casa se veían mejor.
La mujer deseaba volar como los pájaros y las mariposas; la mujer deseaba cantar como el río; la mujer deseaba jugar como el viento; la mujer deseaba ser amigable como el león y la liebre, pero el hombre insistía en que éso no era posible.
Finalmente, la mujer dejó de desear y el mundo pasó a ser un mundo triste y gris.
Dios estaba triste por el hombre. Triste viendo cómo todo lo hermoso desaparecía.
Decidió entonces poner a la mujer en una isla y al hombre en otra.
El hombre pareció no importarle, seguía haciendo su vida como si nada.
La mujer pensó que éso era bueno porque por fin podría ser libre y hacer todo lo que deseaba.
Pensó en dejar libres al león y a la liebre, pensó en dejar libre al río, pensó en no ensuciar el aire, pensó en dejar a las flores en el jardín. Y el valle volvió a ser bello.
La mujer pensaba que era bello el valle entonces, pero empezó a sentirse sóla. Las mariposas no le hacían caso, se entretenían jugando con las flores.
Los pájaros no le hacían caso, se entretenían jugando con los árboles.
El rio no le hacía caso, se entretenía cantando a los lugares por donde pasaba.
El aire no le hacía caso, se entretenía jugando con las nubes.
Entonces entendió que el hombre había estado mucho tiempo sólo sin que los otros le hicieran caso.
Entonces entendió porqué el hombre había cortado los árboles, puesto un tapón al río, había ensuciado el aire... por soledad.
Y entonces entendió porque Dios la había creado a ella. Para ser compañera del hombre y para aliviar su soledad.
Para ser dos como el río y la tierra, como el aire y las nubes, como los pájaros y los árboles, como las mariposas y las flores, como el sol y la luna.
Entonces la mujer empezó a cantar como el río, empezó a bailar como el viento, empezó a reir como el león y la liebre y a calentar como el sol y a disipar la oscuridad como la luna.
El hombre escuchó sus cantos y sus risas, construyó una barca y se dirigió a su isla. Y comenzó a bailar y a cantar y a reir junto a ella.
El hombre dejó de estar triste porque ya tenía con quien estar.