Avanza a tu propio paso


Estaba un día una pequeña tortuguita pensando en cómo podría ayudar a sus hermanas tortugas. Ella veía cómo sufrían, pensaba en cuan necesitadas estaban de apoyo.

Veía el espejo y pensaba: "tengo un caparazón muy duro". En él puedo cargarlos y llevarlos para evitar que se cansen. Los amo mucho!!!

Y  con sus pequeñas manos y ayudándose con su boca tomó a una de sus tortuguitas hermanas y la puso encima de su caparazón. Su hermanita se resistía, movía sus patitas, pero la tortuguita estaba empeñada en su objetivo y finalmente se rindió y se dejó llevar.
La boca de su hermana daba no sólo lenguetazos de cariño, sino mordidas a quien no hiciera su voluntad.

Las demás hermanas tortuguitas, hicieron lo mismo que la primera, tratando de evitar las mordidas.

Y así, nuestra tortuguita atolondrada terminó avanzando lo más rápido que ella podía, sin darse cuenta que el peso de sus hermanas tortugas impedían que su paso fuera todo lo presuroso que las tortugas pueden avanzar.

Se sentía cansada, agotada y no sabía cuál era la causa.
Finalmente empezó a llorar, sus lágrimas resbalaban por sus mejillas. De pronto, se vió flotando en un charco formado por sus propias lágrimas.
Volteando hacia abajo, vió que lo que ella creía un gran mar, era tan sólo un hoyo que estaba lleno con sus lágrimas.

Investigando más, recorriendo el lugar, se dió cuenta que había muchos hoyos más igual que aquel. ¿Qué serán todos ésos hoyos? Se preguntó intrigada.

Siguió avanzando y se sintió en un tobogán, cayendo. Asustada, miraba para un lado y para el otro.
Unos ojos la miraban fijamente, cuando abrió los suyos que había cerrado al caer.
Estaba espantada.. pero ésos ojos no la miraban con ira, ni con ganas de comérsela...la miraban con amor.

¿Adónde vas mi pequeña?-le preguntó una voz que ella reconoció inmediatamente.

¿Porqué llevas a tus hermanitas en tu lomo?- le volvió a preguntar la voz.

Se sintió aliviada ante su padre. Porque he de decir que ésa voz, ésos ojos eran los de su papá.
Y que el gran terreno en donde había caminado, lleno de hoyos era el caparazón de su papá.

Deja a mis pequeñitas en mi caparazón y te sentirás más liviana, te sentirás menos adolorida y menos cansada.

-Descansa, mi pequeña nena. No te preocupes de nada, tan sólo de comer y disfrutar tu vida. Cuando tengas tus tortuguitas, verás que tu caparazón es lo suficientemente fuerte para sostenerlas. Al igual que el mío lo es para sostenerte a tí y a tus hermanas.

MORALEJA: No debemos cargar más de lo que nuestros hombros pueden, porque corremos el riezgo de no poder avanzar por el peso que no nos corresponde.

Jesús cargó su cruz, una cruz que sus hombros podían cargar. En un momento dado, fué ayudado por otro, pero él en ningún momento soltó su cruz.