El billete


En una de las muchas caminatas que a Dorita le gustaba hacer, encontró un billete tirado. Ella era una niña "distraída" que acostumbraba caminar mirando hacia el suelo. Pequeños tesoros habían llegado a ella mientras caminaba: una cuerda que utilizaba para atar su cabello, un pedazo de periódico que le traía noticias interesantes y que le daba la oportunidad de practicar la lectura; su maestra en clase insistía en que debían leer y aprovechaba cuanto papel con letras llegaba a sus manos para leer. Una golosina en su envoltura también llegaba a ella de vez en cuando; también encontraba pequeñas monedas que le servían para "ayudar" a su mamá que siempre andaba necesitada de dinero y llena de deudas, pues tenía a sus hijos en internados y debía pagar la colegiatura, además de los gastos normales como alimentos, renta, luz, agua, etc. En fin. 

Muchas cosas útiles encontraba Dorita tiradas en el suelo. Ese día vió un papel y pensando en leerlo lo recogió. Con sorpresa descubrió que era un billete. Inmediatamente a su mente vino su mamá que en la mañana comentaba lo necesitada que estaba, pues no tenía con qué pagar la colegiatura. Su cara se iluminó de felicidad, pensando en lo alegre que se pondría su mami ante el "tesorote" que había encontrado. Dorita tenía 6 años recién cumplidos y una inocencia que la hacía vivir en un mundo donde no existía la maldad. 

De regreso a casa, con el mandado que había comprado por encargo de su tía que cuidaba de ella y de su hermana mientras su madre trabajaba, Dorita se encontró a su hermana y a una amiguita. Contenta, le mostró a su hermana el billete que había encontrado y su amiguita de inmediato le dijo que les diera el billete, que comprarían con él cosas muy bonitas en el mercado y todavía le sobraría para darle a su mamá. 

 Dorita dudó pues sinceramente deseaba ayudar a su madre, pero su hermana y su amiguita insisitieron e insistieron y finalmente encontaron algo que ella deseaba mucho: unas cazuelitas y jarritos muy bonitos que vendían en el mercado. De ahí se agarraron las dos chicas para convencerla. Ella les entregó el billete pensando en que no costaban mucho los trastecitos y que sobraría mucho para su mamá. Menuda sorpresa se llevó al regreso de su hermana y de su amiga, pues si bien es cierto que le llevaron los trastecitos, también es cierto que no le regresaron ni un centavo de cambio. Habían comprado para ellas dulces y chucherías y se habían gastado todo el billete. 

 Dorita se sintió muy triste y arrepentida por no haber sabido resistir a la tentación. Las cazuelitas y los jarritos que tanto había deseado no fueron lo suficientemente bonitos para acallar su remordimiento. Y nunca sirvieron para jugar con ellos. Los regaló a una amiguita para no tener delante de ella la prueba de su error, pero dentro de su corazón quedó para siempre guardada ésa experiencia que le produjo dolor. 

Nunca se la comentó a su mamá que ése día se quedó sin la alegría que le brindaban las pequeñas "ayudas" que Dorita le hacía. A su madre le agradaba el buen corazón de su hija la que creía que 20 centavos eran suficientes para resolver los graves problemas económicos que tenía. Esos centavos no resolvían ciertamente su situación económica, pero le servían de estímulo para esforzarse y no perder la fé. 

 Dorita aprendió desde muy niña que no es bueno tomar un camino distinto al que se ha trazado, si ése camino es para realizar una buena obra. Tomar el camino contrario produce dolor y remordimiento.