Todo está bien




Como los cuentos tradicionales, éste también empieza con Había una vez....

un tiempo en que Dios decidió tomarse unas vacaciones.
Había trabajado arduamente haciendo la luz y el cielo, poniendo en él estrellas y planetas. Había después hecho la tierra, los ríos y mares. Puso en ellos animales y  plantas. Finalmente hizo al hombre y de él a la mujer.

Dijo: "todo está bien"  Satisfecho de su obra, tomó un descansito.

En el cielo, las estrellas brillaban en la noche junto a la luna. El sol descansaba entonces.
En el día, el sol resplandecía feliz, luciendo sus colores.
En la tierra, los ríos corrían cantando felices y los mares arrullaban a los animales dentro de ellos con una melodía amorosa.

La tierra lucía orgullosa sus árboles y plantas, acariciaba a los animales que en ella habitaban.

El hombre junto a su mujer disfrutaban de toda ésta belleza, admirándola y dando gracias a Dios por ella.

Todo era lindo y armonioso.

Pero no todos estaban así de contentos. Un ángel no lo estaba. Veía la felicidad del hombre y la mujer y decidió que Dios era injusto porque a él y los demás ángeles no les había dado tanto.

En cuanto Dios tomó sus maletas para vacacionar, éste ángel fué a donde nace el agua que corre por los ríos y los mares y le dijo que el sol con sus rayos deseaba arder hasta que se evaporara completamente. El agua empezó a tener miedo de tal cosa.

Después fué con la tierra y le dijo que el sol con sus rayos deseaba secarla hasta que estuviera resquebrajada. La tierra empezó a tener miedo de tal cosa.

Cada vez más contento, se dirigió a visitar al viento y le dijo que el sol deseaba acabar con el agua y la tierra sus amigos. El viento se enojó tanto que empezó a soplar y soplar, deseando elevarse hasta el cielo, tocar al sol y acabar con él, cosa que por supuesto es imposible, ya que Dios en su inmensa sabiduría había separado el cielo de la tierra.

El agua al impulso del viento se elevó sin poder evitarlo a alturas que no deseaba, cayendo sin fuerza de repente.

La tierra se cimbró con la fuerza del viento, sin poder evitarlo, hasta quedar resquebrajada y sin fuerzas.

El agua culpó entonces al viento. La tierra culpó entonces al viento.
El viento defendiéndose, les dijo que el sol era el que quería acabar con ellas y por éso había soplado tanto.

Los tres estaban temerosos del sol, planeaban la forma de eliminarlo. Y desde entonces cuando la tierra tiene miedo tiembla de sólo imaginar lo que el sol puede hacerle; el agua corre presurosa tratando de escapar de lo que ella piensa puede hacerle el sol y el viento arremete enfurecido tratando de acabar con el sol.

El sol, mientras tanto, sigue brillando en lo alto sin siquiera tener idea de todo lo que aducen en su contra.

Y el causante de todo ésto, ríe feliz ante tanto miedo de la tierra, el agua y el viento.

¿Y el hombre? quizás te estés preguntando. El hombre se siente impotente ante tales fenómenos que se presentan ante sus ojos, se atemoriza ante la grandeza de la naturaleza, sin recordar que Dios lo creó a su imágen y semejanza y le dió autoridad sobre la naturaleza, pero que la perdió en el momento en que escuchó al angelito de éste cuento.

Porque he de decirte que antes de ir con la tierra, con el agua  y el viento, el ángel había visitado al hombre y su mujer a quien Dios les había prohibido comer el fruto de un árbol. Los convenció de que Dios no les haría nada porque los ama mucho e hicieron lo que Dios les había prohibido.
Mientras se dedicaban a buscar la manera de alcanzar el fruto, mientras se dedicaron a disfrutarlo después de haberlo alcanzado, el ángel aprovechó para hacer todos sus desbarajustes.

Sólo cuando Dios regresa, el hombre recuerda la gracia inmerecida como toda gracia, concedida sólo por el gran amor que Dios nos tiene de dominar la creación.

Y entonces Dios dice al agua, al viento, a la tierra: "no tengas miedo....cállate"

Y todos lo obedecen porque El es su creador y cuando Dios está presente, todo está bien. Ta como debe ser.