Una mente perdida



UNA MENTE PERDIDA

Rosita era una niña feliz. Tenía una bonita familia a la que amaba.
Un día la situación económica cambió drásticamente. Su mundo infantil se deshizo como una pompa de jabón que sucumbe finalmente.

Día a día todo empeoraba. Su familia pasaba por momentos muy difíciles, todos estaban de mal humor. Su padre salía mucho de casa, su madre trataba de sobrellevar la situación con la determinación que la caracterizaba.
Su madre podía resolver todo con una sonrisa en la cara, con un gesto, con un grito.
Ella todo lo podía y todo lo conseguía.

Un día su madre enfermó gravemente. Nadie atinaba a saber lo que causaba su enfermedad. Ningún doctor lograba curarla.
Su madre empeoraba cada día ante sus ojos infantiles atemorizados. Su mundo se llenó de sombras.
Su padre no alcanzaba a sobreponerse a la enfermedad de su esposa y todo iba mal a los ojos de Rosita.

Finalmente, Rosita también enfermó.
Estaba tan enferma que sus familiares pensaban que iba a morir. Ella misma sentía que muerta estaría mejor.
Sentía que con su ausencia podía ayudar mejor a su familia que con su presencia. Los amaba tanto que sentía ésa era la solución ideal.

Su enfermedad aumentaba cada día, ni sus padres ni los doctores sabían lo que le sucedía.

Así que la casa antes tan alegre se llenó de tristeza con las dos enfermas. La madre no mostraba signos de recuperación y Rosita empeoraba también.

Un día, en que se quedaron las dos sólas, la madre se acercó a la pequeñta pensando que dormía. La besó en la frente diciéndole en voz baja:

"Pronto todo va a solucionarse, mi nena. Cuando yo no esté, todo estará mejor. Las cosas se solucionarán. A tu papá le ayudarán tus abuelitos y tus tíos y saldrán adelante. Le pido tanto a Dios por ustedes, le pido tanto a Dios porque los saque de aquí y los lleve a donde puedan ayudarlos"

Rosita no dormía y escuchó las palabras de su madre. Aún siendo una niña, se dió cuenta que su madre estaba enferma para salvarlos a su padre y sus hermanos.
Entonces rogó a Dios por la salud de su mamá, pidió con todo su corazón que su madre se curara, no importaba lo pobre que estuvieran, ni que tuvieran tantas estrecheces económicas, ni que vivieran apretados en un sólo cuarto como vivían.

Nada de éso importaba. Entonces deseó con todo su corazón estar ella también sana para auxiliar a su mamá. Podría trabajar, podría ayudar en las labores de casa.
Se dió cuenta que su madre estaba preocupada porque ella y sus hermanos habían pasado el tiempo quejándose de la mala situación, extrañando las comodidades que antes tenían, comparando su situación actual con la que habían tenido anteriormente.

Sintió que éso era lo que tenía tan enferma a su mamá. Se prometió a sí misma no volver a quejarse por la mala situación económica, le bastaba tener a sus padres y a sus hermanos a su lado para ser feliz. Se dió cuenta que ni todo el dinero del mundo, ni todos los juguetes, ni todas las comodidades podían sustituir a su familia.

Rosita empezó a mejorar. A los pocos días se levantó, se acercó a su madre, abrazándola fuertemente le dijo que la quería mucho, que deseaba verla sana como antes.

Un ángel escuchó la oración tan ferviente de Rosita y presentándose a la mamá le hizo saber que sus hijos la amaban, que su esposo la necesitaba. Se abrió paso en la mente nublada de la madre de Rosita hasta lograr derrumbar las telarañas que amenazaban con envolverla.

Asi es el corazón de una madre, capaz del mayor sacrificio si es en bien de sus hijos. Asi es el corazón de una madre, capaz de sanar ante la sola mención de las necesidades de sus hijos.

Poco a poco, las cosas fueron mejorando. Rosita y sus hermanos crecieron. Su madre fué recuperándose y aunque nunca las cosas volvieron a ser las mismas de antes, el amor entre ellos logró sobreponerse a las dificultades.



Copyright © Laura Aguilarflower 
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